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Carta encíclica de Benedicto XV del 15 de Junio de 1917 sobre la predicación de la Palabra de Dios y sobre la necesidad de la Iglesia de tomar esta tarea como prioritaria. Fue la más catequística de este Pontífice, aunque rezuma juridicismo, pues Benedicto XV estaba volcado en el Derecho canónico.
El guión de esta hermosa Encíclica sigue el camino siguiente:
- La predicación es la continuidad de la obra de la salvación.
- No si debe predicar sin mandato, pues es una obra de Iglesia.
- La ineficacia de muchas predicaciones se debe a que no se habla en nombre de Dios, sino en el propio.
- El predicar sobre recta doctrina, preparación y vida virtuosa
- Los falsos predicadores pueden ser brillantes, pero no transmiten el mensaje divino pues se miran a sí mismos.
- Los buenos predicadores tiene ciencia, piedad, generosidad y desinterés, docilidad y, sobre todo, sabiduría divina, pues para predicar no basta la sabiduría humana.
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